domingo, 26 de abril de 2009

Die Alive (Part.3)

Fran se veía decepcionado consigo mismo, cogió la mano de Laura y salieron de la habitación sin decir nada. Vi que la persiana ya estaba subida, pero la noche ya había llegado ¿cuántas horas había estado durmiendo?

Lo único que iluminaba aquel oscuro cielo era la luna, esa noche había luna llena, pero al igual que en Madrid no se podía ver ninguna estrella, pero si qué había una estrella en aquella habitación, o al menos para mí, Miriam había sido muy considerada al haberles abierto la puerta pero un poco brusca al echarles indirectamente. Se quedó apoyada en la puerta mientras yo seguía mirando la luna. Intenté incorporarme de nuevo, pero vino corriendo hacia mí y me tumbó otra vez ¿me podría levantar algún día? Esta vez nada la pararía, volví a sentir su aliento en mi cara, y al rozar nuestros labios cambió de dirección, se dirigía a mi oído. Mi corazón latía más fuerte que nunca, me retiró el pelo y me susurró.

-No te asustes, no te voy a hacer daño, solo quiero decirte que te quiero, no quería que huyeras.

Se levantó y me dejó libré de la prisión en la que me tenía, iba a salir de la habitación, pero la cogí fuertemente de la mano y la tiré sobre mí. Me hice daño pero ya todo me daba igual, la abracé con todas mis fuerzas mientras poco a poco me iba impregnando de su olor. Finalmente se levantó, yo fui tras ella, nuestras manos seguían unidas mientras nos acercábamos a la ventana, parecía que laguna solo estaba pendiente de nosotras.

La inmensidad de la noche nos atrapaba, hubiera sido perfecta sino hubieran desaparecido los profesores, sentía una gran impotencia al saber y al mismo tiempo no saber lo que ocurría. Tenía miedo de que todo empeorara, Miriam notó mi preocupación, me giró hacia ella y me besó. Mil sensaciones pasaron por mi cuerpo y de entre todas ellas, me quedé con la que menos me esperaba: la pasión.

No pude resistir aquellos labios simétricos que parecían que habían sido hechos exclusivamente para mí. Fue un ataque de locura aquel momento con Miriam, no queríamos separarnos aun que nos faltara el aire, preferíamos morir antes que separarnos, lo único que consiguió separarnos fue la puerta, alguien llamaba de nuevo, Miriam volvió a abrir.

-Hola Laura.

-Lo siento, es que antes quería hablar con Al sobre un tema y como nos hemos ido así de rápido no he podido.

Miriam y yo nos pusimos rojas, no habíamos sido educadas con ellos pero Fran lo comprendía, por eso actuó de esa manera. Laura se sentó en una de las camas y nos pidió a las dos que nos sentáramos con ella. Parecía algo importante así que int6entó utilizar las palabras adecuadas para no trastornarnos demasiado la cabeza.

-¿De qué querías hablarme?

-No quiero que te enfades ¿vale?-dijo con precaución- es que… bueno… ufff…

-¡Lo quieres decir ya!-grité

-Si, si. Al ¿estás embarazada?

¿Qué? ¿Tú estás loca? ¡Por supuesto que no!- grité indignada

- Ya me imaginaba… es que como no paras de desmayarte… Fran me contó que el otro día en su habitación también, entonces la gente ha empezado a especular sobre ello. Gracias, ya me quedo más tranquila, chao.

Se marchó. Yo aun estaba con la boca abierta ¿cómo podían pensar eso? Giré la cabeza y Miriam en vez de estar igual que yo estaba riéndose, quizás yo también me hubiera reído sino hubiera sido la protagonista de ese rumor. Me fui al baño a echarme un poco de agua y escuchaba aun las carcajadas de Miriam. Al salir del baño vi como Miriam estaba tirada en la cama casi sin poder respirar de tanto reírse. Noto mi mirada sobre ella y se acercó a mi.

-Van un poco desencaminados-dijo entre risas.

Tenía razón pero, eso no les quitaba culpa de verme como una inconsciente, tendrían que haberme preguntado antes. Miriam me besó en la frente, la estaba preocupando sin motivo, era una tontería pero me molestaba. Necesitaba calmarme, así que abracé a Miriam, la besé y dije:

-Gracias.

Me sonrió y nos fuimos a la cama. Esa noche juntamos las camas, queríamos dormir sintiendo a la persona que amábamos y así no temer que se fuera.

El amanecer apenas se notó al día siguiente, seguía el cielo nublado, como si nos estuviera avisando de que algo malo pasaría. Eran las siete y apenas se veía el cielo, era como un techo oscuro que parecía que iba a caerse sobre nosotros. Yo me quería duchar así que Miriam se bajó antes que yo. Fue una ducha rápida, no tenía mucho tiempo para entretenerme y, como no había nadie más en la habitación me vestí junto al radiador. Me estaba peinando cuando escuché una voz.

-Hola Al.

Otra vez esa voz ¿por qué pensaba ahora en David? ¿Por qué me obsesionaba? Él ya no volvería así que debía seguir adelante.

-No soy ningún pensamiento Al, soy David y tengo mucho que contarte.

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