martes, 21 de abril de 2009

Die Alive (Part.1)

No sabía cuantas horas habían pasado, pero estaba en mi habitación, vi como Miriam se agarraba fuertemente a su almohada, es fue la única prueba que tuve de que verdaderamente estaba en mi habitación, pero ¿cómo había llegado allí? Entonces recordé lo que había visto la noche anterior ¿era de verdad o solo pretendía asustarme? Era imposible que fuera verdad, sin embargo había una parte de mí que si se lo creía. Sentía que me pesaba todo el cuerpo así que, de momento, no intenté levantarme sino que cerré los ojos, cuando los volví a abrir ya era de día y vi como Miriam ya estaba despierta, se estaba vistiendo. Me incorporé y me restregué los ojos ¿qué hora sería?

-Buenos días dormilona-dijo con una amplia sonrisa

-¿Qué hora es?

-Tranquila aun es temprano, yo me he levantado antes para ducharme, así tu luego puedes ducharte tranquila.

Miré el reloj, estaba en lo cierto aun era pronto, me volví a tumbar y me quedé dormida de nuevo hasta que sonó el despertador. Aun me costaba algún que otro esfuerzo levantarme además, el dolor de la mano perduraba del apretón de Fran. Miré toda la habitación desde la cama, me fijé como Miriam miraba mi caja.

-La vas a desgastar de tanto mirarla.

-Oh, ya te has despertado es que…me preguntaba… ¿guardas algo dentro?

-Aun no, pero pensaba guardar esto- dije cogiendo de mi cuello el colgante de la tienda gótica.

Esperaba tener algo importante que guardar y al fin lo tenía, un bonito recuerdo. Me di una ducha rápida mientras Miriam guardaba mi colgante y dejaba la caja en su sitio. Salí tiritando del baño, cogí mi cinta del pelo favorita de mi mochila, era mi favorita aquella cinta de calaveras, además me decían que me hacía una cara mona, a lo que yo siempre les decía “si, mona del circo” pero por una vez no quería hacer caso a mis palabras.

Miriam se reía al verme pasar de puntillas y temblando pero en cuanto me puse la cinta del pelo y me calcé, su cara cambió inesperadamente. Su rostro ahora reflejaba asombro, ¿qué había pasado? Me miraba de arriba abajo, como si no me conociera. La miré decidida a preguntárselo, pero finalmente me quedé donde estaba y ella seguía mirándome, tenía la boca medio abierta. Apenas pestañeaba cuando se acercaba lentamente hacia mí.

-¿Qué te ocurre?- pregunté asustada

-Nada que… estás muy guapa

Su rostro comenzó a adoptar un tono rojizo bastante inusual, comencé a reírme, fue tal la risa que me caí a la cama. Miriam me miraba sin comprender mi reacción. Me estaba quedando sin respiración, los de la habitación de al lado daban golpes a la pared, parecía que no querían madrugar ese día. Al fin me calmé y la miré con dulzura.

-¿Y me preguntas a mi que me pasa? Eres tu la que te acabas de reír sin ningún motivo.

- Es que me ha hecho gracia lo que me has dicho.

-Pero… ¿por qué? Si es la verdad.

-Porque eres la única que piensa eso.

Mi estadote ánimo cambió radicalmente, no quería que Miriam se diese cuenta así que miré el reloj para disimular, tuve mucha suerte ya era la hora de bajar.

Había gente en el hall, pero aun faltaba mucha. Todos los que estaban allí estaban sentados en los sofás y al vernos nos dejaron un sitio. Quería estar lo más alejada posible de Miriam, no quería hablar otra vez de ese tema, un tema que, aunque ya debía estar acostumbrada, seguía doliendo.

Como suponía, Fran no estaba allí y tampoco sabía si le quería ver. Aun que sabía que era un buen chico, le empecé a tener un poco de miedo, no todos los días podías ver un…” señor de la noche” frente a ti. Recordaba exactamente como me miró, como me enseñó aquellos colmillos tan afilados. Sentí un escalofrío por toda la espalda, estaba cerca, muy cerca… Me di la vuelta y ahí estaba, bajando las escaleras con mucha elegancia, pero esta vez su comportamiento hacia los demás era como el de antes aun que su cambio físico no pasó desapercibido, hasta Miriam quedó sorprendida, y no era de extrañar ya que yo misma tuve la misma reacción. En aquel momento debía fingir algún tipo de sorpresa, pero mi cuerpo no me respondió, me mostré tan serena como siempre.

Fran se acercaba a mí a un paso bastante ligero, cada vez que le miraba podía recordar cada instante de la noche anterior. Me alejé lentamente por cada paso que él avanzaba hasta que conseguí colocarme detrás de Miriam, a lo que él respondió a mi manera de actuar poniéndose frente a ella y se asomó por su hombro.

-¿Puedes venir un momento?

No sabía que hacer, pero finalmente acabé aceptando. Parecía que tenía prisa, me cogió la mano y me llevó corriendo por las escaleras. Su mano estaba tan fría como la noche anterior, parecía hielo y al parecer, aun no controlaba bien su fuerza, me estaba destrozando la mano. Sabía perfectamente a donde nos dirigíamos, a su habitación, seguramente porque era el único lugar seguro para hablar. No le hizo falta sacar la llave, dio un empujón “moderado” a la puerta, y ésta se abrió. Cuando me quise dar cuenta, él ya estaba sentado, indicándome que me sentara junto a él. No quise contradecirle, un paso en falso podría poner mi vida en peligro.

-Ya estoy harta de todo esto ¿Qué quieres ahora?-pregunté con un tono fuera de lo común-¿me vas a decir la verdad?

-¿Qué verdad? ¡Ya te he dicho todo!-gritó

-¡Eso es mentira! ¿Dónde están los profesores?

-Bah, en cualquier caso, no te he llamado para eso.

-No me cambies de tema.

-Nadie lo puede saber-dijo pasando completamente de mí- nos pondría en peligro a ambos.

- No soy ninguna bocazas, además nadie me creería.

Fran suspiró, se sintió aliviado con mis palabras, pero tal y como actuaba sabía que no iba a conseguir lo que me proponía. Se levantó, abrió la puerta y se marchó. Me quedé sentada durante un breve momento, me costaba reaccionar a su rapidez. Finalmente, volví a bajar al hall, todos me estaban esperando, esa situación se estaba volviendo una rutina a lo largo del viaje. Todos me miraban asustados, como si hubieran visto un fantasma, vi como Miriam y Laura corrían hacia mí.

-Al ¿estás bien?-dijeron las dos al unísono.

-Pues claro ¿por qué?

-No tienes buena cara, estás más pálida de lo normal- dijo Miriam con preocupación.

-Será mejor que hoy te quedes aquí, Miriam se quedará contigo.

-Ey, ey ¿pero que dices? Yo también formo parte de la clase y estoy tan bien como cualquiera de vosotros.

-Hazme caso por favor, sino quieres que te deje atada a una cama…

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