martes, 3 de noviembre de 2009

Reik’s Castle: 2nd Floor (Part.2)

Kyo no era capaz de ver a su hermano, en lo que se había convertido, pero aun así seguía siendo su hermano y James lo iba a matar. El estomago se me encogió de repente y lo único que fui capaz de pensar fue: pobre Kyo pero eso no le repondría. Quería animarle en aquel trágico momento, pero no sabía que palabras eran las adecuadas para no empeorarlo todo. Hachiko se acercó a el y le miró apenada.

-Seguro que James no le mata y hace que entre en razón.

No contestó, simplemente se levantó y esperó a que yo me levantara, ya era la hora de continuar pero ¿por dónde? Solo había una puerta, y era por la que habíamos entrado. Comencé a pensar que era un callejón sin salida. Hachiko se separó de nosotros y encontró algo curioso, en el cerco de la puerta había un pequeño botón, quizás si lo apretábamos nos enseñaría una salida. Apreté el botón y todo comenzó a temblar, cuando me quise dar cuenta el suelo se estaba hundiendo, parecía un ascensor.

En la parte de abajo no había nada, solo oscuridad, pero descubrimos que podíamos avanzar, debía ser una salida a alguna otra parte, pero por mucho que camináramos seguíamos sin encontrar nada, ni si quiera una luz.

-Creo que deberíamos volver arriba Kyo.

-Estoy de acuerdo.

Fuimos a dar la vuelta cuando vimos un pequeño destello al fondo. Miramos atentamente pero no resplandecía nada sin embargo se escuchaban unos pasos, cada vez se escuchaban más cerca. Casi sin pensarlo, agarré la mano de Kyo y la apreté con todas mis fuerzas, estaba realmente asustada.

-Tranquila Al-dijo Kyo

La luz se encendió. Frente a nosotros había una mujer de cabello corto y blanco, parecía una guerrera. El silencio perduró unos minutos, la mujer no se acercaba a nosotros, únicamente nos miraba con sus ojos claros, de arriba abajo. Kyo le mantenía la mirada quieto, pero sin darme cuenta yo iba retrocediendo, cada vez veía a la mujer más distante. A pesar de lo que pudiera pensar, ella no se movía, es más, ni si quiera tenía los ojos puestos en mí, miraba con interés a Kyo. Una pícara sonrisa se dibujó en su cara.

-Kyo, creo que es una trampa- dije lo más bajo que pude.

Aún no sabía que era lo que pretendía esa mujer, pero había que reconocer que era realmente guapa. Se acercó a Kyo con paso ligero. Cogió las manos de mi compañero, las puso en sus caderas y a continuación se desabrochó un botón de la camisa que llevaba. Inmediatamente se lanzó a su cuello como si se tratara de un fiera, pero esta fiera no se lo quería comer precisamente, Kyo ni si quiera se apartó cuando lo hizo.

-Creo que me gusta esta trampa-comentó.

Sabía de sobra como iba a acabar aquello. Poco a poco fui llegando a la zona del ascensor, me había ido alejando tan lentamente que no me había percatado de que me había apartado tanto de ellos. Unos grandes brazos me atraparon por la espalda, debido a mi debilidad por el hambre y el cansancio no opuse resistencia. Lo último que fui capaz de ver fue a Kyo defendiéndose de la hermosa mujer.

Desperté tirada en aquel suelo de piedra que había por todo el castillo, tenía la espalda dolorida, no sabía cuanto tiempo había estado inconsciente. Tres de las cuatro paredes solo constaban de rejas, ni si quiera había puerta ¿por dónde había entrado? Me levanté como pude de aquel incómodo suelo, me acerqué a una de las rejas y comencé a tirar de los barrotes como una loca, pero no salían. Hice lo mismo con todas las barras que me rodeaban.

-No hay puerta, no puedes salir-dijo una voz con un aire familiar.

Una figura agachada se encontraba en uno de los rincones de la celda, me estaba mirando fijamente, la reconocí inmediatamente, aquellos ojos verdes era difícil olvidarlos.

-Hola Al.

-No puede ser-susurré sollozando- Miriam.

Se levantó de aquél oscuro rincón, pude observar entonces la ropa tan andrajosa que llevaba, a saber cuanto tiempo llevaba ahí metido pero, aun conservaba esa belleza tan especial para mí. Se acercó a mí medio encorvada, su paso era lento ¿cuánto tiempo llevaría agachada en ese rincón? Ya frente a mí se irguió por completo, ahora si podía ver su bella figura y mejor aun, la pude sentir. En apenas un segundo se abrazó a mí, echaba tanto de menos esos abrazos, la echaba de menos a ella. Inmediatamente fue correspondida por un abrazo mío. Sus ojos eran un mar de lágrimas, iba a decirme algo pero no la dejé, posé mis labios sobre los suyos y disfruté de aquel momento con todas mis fuerzas. Algo que había desaparecido de mi vida había regresado, la felicidad de estar con la persona que amaba, la situación en la que estábamos la dejé en un segundo plano.

-Al, no podemos salir, solo aparece la puerta con algún tipo de hechizo.

-¿Estamos atrapadas?

-Si, a no ser que puedas avisar a alguien.

Se me pasó por la cabeza el nombre de James pero… ¿habría podido salir de aquel lugar? Nuevamente estaba decepcionada conmigo misma. Nos sentamos una junto a la otra, durante horas hablamos de todo lo que habíamos vivido desde el momento en el que nos separamos, me di cuenta que ella había sufrido mucho más que yo. La sonrisa que ella misma creía pedida ahora estaba a mi lado, recordé entonces lo feliz que era cuando estábamos juntas en el hotel. Metió la mano en el bolsillo de su abrigo, cuando la sacó sostenía un objeto que me era muy conocido.

-¡Mi caja!- exclamé ¿de dónde la has sacado?

-Te la dejaste olvidada en el hotel, estaba segura de que te volvería a ver y la guardé.

Cogí la caja de su mano, al abrirla vi como aun estaba el colgante que había comprado en Praga, estaba nuevo. Lo saqué de la caja pero no me lo puse, se lo puse a Miriam, le sentaba realmente bien a pesar de la ropa.

-¿Por qué me lo das? Es tuyo.

-Quiero que las dos cosas más hermosas del mundo permanezcan juntas.

Una tímida sonrisa surgió repentinamente en su bello rostro, seguido de un pequeño suspiro, ambas estábamos realmente tranquilas en aquel pequeño lugar. El colgante en la penumbra tenía un brillo especial, un brillo que jamás había visto. Mirábamos con admiración el pequeño cristal que nos aportaba una leve luz.

Las horas se hacían eternas sin comida, sin agua y sin mucho espacio para movernos, las piernas se me estaban quedando dormidas. Necesitaba moverme pero cuando fui a levantarme, observé que la cabeza de Miriam estaba apoyada sobre mi hombro, se había quedado profundamente dormida y no quería despertarla. Intenté hacer lo mismo pero alguien me lo impidió.

-En cuanto pueda os sacaré de allí, te lo prometo.

-David ¿dónde estamos?

-En los sótanos del castillo.

-No lo sé Al, debo andar con cuidado, no me dejan mucha libertad para moverme como quiero-dijo apenado- pero no te preocupes, ya verás como no tardo mucho.

No volví a escuchar su voz, el silencio de nuevo me abrumó. Coloqué mi cabeza con la de Miriam, su olor seguía siendo el mismo de siempre, era muy dulce tanto que consiguió que me durmiera junto a ella.

No hay comentarios:

Publicar un comentario