lunes, 7 de septiembre de 2009

Dear Friend (Parte 3)

Una gota de agua sobre mi rostro fue lo que me despertó, era lo que nos faltaba para retrasarnos más. Fran continuó haciéndose el dormido y al igual que yo, al caerle unas gotas se “despertó”.
-Vaya, justo ahora se pone a llover.
-Sí, menuda mala suerte.
La lluvia cada vez caía con más fuerza, sin embargo no nos movíamos de allí. ¿Acaso ese día no íbamos a avanzar? Él era el que se orientaba mejor así que no podía moverme por mi cuenta.
-¿Nos vamos ya?-pregunté
-Claro, estaba esperando a que estuvieses preparada.
-Pues ya lo estoy.
Fran notó que mi tono de voz cada vez sonaba con más hostilidad pero no podía evitarlo, no sabía como podría reaccionar al saber que yo estaba al tanto de todo, quizás me matara mientras dormía. Con la ropa llena de agua comenzamos a andar como cualquier día, nuestro paso era claramente más lento ya que la ropa pesaba más que de costumbre por culpa de la lluvia. No llevábamos mucho tiempo andando, quizás dos horas, cuando me paré.
-¿Por qué te paras? Sabes que tenemos prisa.
-Lo sé pero… no puedo continuar- mi voz asfixiada se perdía en la lluvia.
-No seas tan débil, pensaba que te habías echo más fuerte pero veo que continuas igual, estaba equivocado.
- Sabes perfectamente que tengo un límite y la ropa pesa demasiado.
Una vez más, resignado se paró también. Aquella discusión me mostró que Fran había cambiado más de lo que esperaba, el Fran de antes se hubiera parado sin poner ninguna objeción y no se hubiera puesto tan borde. La lluvia hacía que se me cerraran los ojos, peor Fran me zarandeaba como si fuese un trapo. La mirada enfadada de mi amigo no había cambiado desde el momento en el que me paré. No entendía por que se enfadaba, la que tenía prisa era yo, era a mi amigo al que íbamos a salvar. Mientras tomábamos ese pequeño descanso la lluvia fue apaciguándose hasta que desapareció por completo. Fran y yo teníamos la ropa mojada, en ese momento me acordé de James y de lo que solía hacer en esos casos, echaba de menos esas hogueras con las que entrábamos en calor todos los días.
-¿Estás contenta? Ahora estamos empapados y encima no hemos avanzado.
-No hace falta que te pongas así.
-Ahora me tocará hacer un fuego para que no enfermemos.
Fran pronunció unas palabras, y delante nuestra donde se encontraban unos trozos de leña afortunadamente secos, apareció una bola de fuego que los prendía y formaba una hoguera. Mi cara de asombro alarmó a Fran, parecía preocupado, aunque la que debería estar preocupada era yo.
-¿Cómo has hecho eso?
-¿El que?
-Lo sabes muy bien-dije alzando la voz- ¿desde cuando sabes hacer hechizos?
El silencio tomó protagonismo. Uno, dos, tres… hasta diez segundos esperé pero continuaba sin contestar. Comencé a ponerme nerviosa.
-¡Vamos, contesta!- exclamé.
- Me lo enseñó James por si ocurría algo.
- Mentira, ¿quién eres?
Los ojos de Fran se abrieron como platos, había acertado, alguien había suplantado su identidad. Poco a poco me fui alejando de aquel chico.
-Al, no te alejes soy yo, Fran.
-No te creo, dime quien eres y donde está Fran.
El muchacho, quién poseía una dulce sonrisa, cambió la expresión de su cara, aquella dulzura desapareció y en su lugar se encontraba una sonrisa totalmente distinta, parecía…malvada… pero para mí era imposible asociar esa palabra con el rostro de Fran.
-Pensaba que te iba a costra más tiempo darte cuenta.
¿Quién eres?
-Eso no importa.
-¿Dónde está Fran?
- Le viste hace poco ¿no le recuerdas?
-No le he vuelto a ver, no mientas.
-Oh si querida, mete la mano en tu bolsillo.
Metí la mano en mí bolsillo y ahí estaba la pulsera de Fran, cuando la toqué comencé a comprenderlo todo: el cadáver carbonizado era el de mi amigo. Los ojos se me llenaron de lágrimas, lo había tenido delante de mí y no había sido capaz de reconocerle, no le dije ni un simple adiós.
-Eres un monstruo-grité mientras un millón de lágrimas caían sin cesar por mis mejillas.
-Por fin te has dado cuenta- dijo mientras se reía.
Fui corriendo hacia él con la intención de matarle, pero desapareció.
-Niña ingenua, ¿crees que te puedes enfrentar a mí?
Volvió a aparecer ante mí, intenté pegarle pero me agarró la muñeca, la cual me empezó a arder, vi como la piel poco a poco me iba desapareciendo. Gritaba con todas mis fuerzas con la esperanza de que alguien me escuchara, pero nadie aparecía. Cerré los ojos esperando a que me quemara el cuerpo entero, el dolor era insoportable, prefería morir antes que seguir sufriendo. El dolor se fue extendiendo a lo largo de mi brazo lentamente. Sentí un tirón en el otro brazo, alguien me estaba cogiendo y ya no sentía la presión de la mano de aquel chico, sobre mi muñeca.

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