domingo, 3 de mayo de 2009

Help Me(Part.3)

Cuando desperté, seguía profundamente dormida pero ahora su boca estaba abierta y un hilo de saliva se resbalaba por las comisuras de la boca. Intenté no hacer ruido para no despertarla, pero no era exactamente una persona hábil, y como era de esperar me di un golpe en el brazo. Apenas sin quejarme, la miré y me di cuenta de que seguía dormida, realmente tenía un sueño profundo, parecía que nada ni nadie la podría despertar así que a dejé dormir un poco más. Entré en el baño para ducharme, me entretuve demasiado pero ni aun así se había despertado, me daba lastima pero la tuve que despertar.
-Miriam despierta, se está haciendo tarde.
-Déjame un poco más…-susurró.
-Jajaja pareces una niña pequeña
-Por eso mismo, mímame un poco
-Venga, levántate o sino… me enfado- refunfuñé
Finalmente logré que se levantara, tenía unas ojeras que parecía que la habían pegado un par de puñetazos. Se estiró y sin decir nada se fue al baño, mientras yo la esperaba sentada en la cama leyendo aquel libro que había abandonado, no recordaba cual era hasta que lo cogí: Orgullo y Prejuicio. Siempre me había encantado aquel libro, pero había algunos que lo superaban, a pesar de ello me llevé aquel libro sin ninguna razón aparente. Leí un capitulo y medio hasta que salió, sin duda había dado un cambio radical, las ojeras habían desaparecido, se había alisado el pelo y estaba más despejada, me encantaba, estaba más guapa que nunca, la quería no podía evitarlo ocupaba el 90% de mi corazón.
Se acercó a mí, me acarició, me besó…nunca antes me había sentido tan bien, quería estar así para siempre pero sus labios se separaron de los míos. Sus ojos me decían: te quiero. Que sensación tan exuberante, pero aquel sentimiento se esfumó cuando recordé a David, a Fran, mi “misión”… aun no había decidido qué hacer. Me empecé a agobiar, me faltaba el aire, poco a poco la conciencia me abandonaba. Miriam me miró asustada, empezó a zarandearme para que despertara, gritaba mi nombre con todas sus fuerzas hasta que volví a la normalidad. Su rostro mostraba terror, dolor… no sabía como explicarlo, pero sus ojos estaban apunto de estallar, en cualquier momento un millón de lágrimas caerían sobre su rostro, esas lágrimas que yo tanto odiaba ver en la persona que amaba.
-¿Qué te pasa? ¿Por que llorara?-pregunté cariñosamente
-¿Por qué haces eso? ¿Por qué te ausentas cada vez que estoy contigo? ¿Acaso no me quieres?
-¿ Como no te voy a querer!- contesté ofendida- Miriam yo te amo.
-Entonces… ¿por qué?
-Tengo demasiados problemas, eso es todo… pero, son cosas mías.
-¿No confías en mi?
- Si pero todo esto es muy lioso… no te puedo contar nada, no te quiero poner en peligro.
Su cara cambió de manera radical, no se conformaba con esa respuesta, no sabía muy bien que decirle ¿qué pasaría si se enterara que conozco a vampiros? Seguro que pensaba que la estaba mintiendo. Me clavaba aquellos ojos verdes contra los que me volvía muy vulnerable, se movían de arriba abajo, buscando alguna pista en mi cara, se retiró decepcionada y se marchó de la habitación.
Observé durante un momento la puerta, confiaba en que en cualquier momento volvería, perola ilusión despareció rápidamente. Saqué mi maleta y comencé a meter ropa mientras un millón de lagrimas caían por mi rostro, no debía llorar, no podía contarle nada por más que la amara, no debía ponerla en peligro, mientras estuviera viva nada importaba. Un golpe en la puerta hizo que me sobresaltara, tal fue el susto que me pillé los dedos con la maleta ¿Sería Miriam? Un rayo de esperanza volvió a mi interior, me daba igual el dolor de mis pequeños dedos, confiaba en que me habría perdonado, pero una vez más la decepción regresó, había sido solo el viento. Me di la vuelta de nuevo, quería acabar pronto de hacer la maleta e irme sin que nadie me viera. Una figura de una persona sobre la cama me sorprendió, era Fran.
-¿Preparada?-preguntó mientras se incorporaba.
-Si, pero…
-¿Pero que?
-Tengo miedo de no conseguir ayudarle.
Se acercó a mi lentamente y me abrazó. Aun que sentía sus manos frías en mi espalda, su interior aun albergaba calor, pero un calor que no se podía percibir fácilmente, era la amabilidad que aun conservaba. Apoyé mi cabeza en su hombro, necesitaba fuerzas para comenzar aquel viaje del que no sabía casi nada.
Me separé de él y con la cabeza agachada cogí la maleta, cuando me giré ya no estaba. Me paré en la puerta para echarle el último vistazo a la habitación cuando caí en la cuenta de que me buscarían por cielo y tierra y no quería eso, cogí una hoja y un bolígrafo y comencé a escribir:

Amigos, lo siento mucho pero debo irme, no diré las razones solo os pido una cosa, no me busquéis, estaré bien.
Muchos besos y no olvidéis nunca que os quiero.

No os olvidaré.


Dejé aloja sobre la mesa, para que Miriam la viera en cuanto entrara en la habitación. Ahora sí, era el momento de irme, volví a coger la maleta y me marché.

No me sería muy difícil llegar al aeropuerto, cogería un taxi y le diría que me llevase hasta allí, no quería romperme demasiado la cabeza, ya tenía demasiado en lo que pensar. Cogí en seguida el taxi y llegue al aeropuerto aproximadamente a la media hora. Fui a comprar el billete hasta Londres y luego allí cogería algún autocar pero tuve mala suerte, no tenían asientos libres hasta la semana siguiente. No sabía que iba a hacer, no podía vivir una semana en un aeropuerto. Me fui a un banco para pensar en una posible solución. Tantos problemas eran agobiantes, de repente noté una mano en mi hombro, era demasiado conocida.
-¿Aun estas aquí?-preguntó Fran.
-¿No tienes algo más agradable que decirme?
-Está bien, hoy parece que no estas de buen humor, vamos a dejar las maletas, el avión sale dentro de dos horas
-Que avión, no hay asientos
Metió su pálida mano en el bolsillo trasero del pantalón y sacó dos billetes de avión con dirección Londres. Mi cara de sorpresa le causó una gran satisfacción, en su rostro se mostraba una amplia sonrisa que demostraba como le gustaba sorprenderme. Sin quitar la sonrisa tan arrebatadora que tenía en aquel momento, me dio uno de los billetes y tiró de mí hasta que dejamos la maleta.
Aun quedaba una hora, así que nos sentamos y ninguno dijo ni una palabra, pero de vez en cuando mi vista se de desviaba y comprobaba como aun mantenía la sonrisa. Aquella hora fue la más larga de mi vida, mi único entretenimiento era ver como pasaba la gente y recordar a Miriam ¿habría leído ya lanota? ¿Seguiría enfadada?, muchas preguntas rondaban mi cabeza cuando sentí una mano helada sobre mi mano izquierda. Ya era la hora.

El avión ya había despegado cuando Fran decidió romper aquel silencio tan incomodo, ya estaba durando demasiado.
-¿Vas a estar así todo el viaje?
-No tengo nada que decir.
-No mientas, Al-dijo enfadado, su cara había cambiado de expresión.
-No te metas en mi cabeza sin permiso.
- Lo lamento, pero hazme las preguntas que quieras, ya sabes que para eso estoy aquí-su rostro cambió de nuevo.
-Está bien ¿por qué has cogido un avión si puedes viajar a grandes velocidades?
-Jajaja, muy fácil. Encima que te he metido en esto lo menos que podía hacer era hacerte compañía. Venga hazme la pregunta que mas te está dando quebraderos de cabeza.
-¿Cómo está Miriam?
-Confusa, apenada… creo que ya te lo imaginabas.
Era cierto, me lo imaginaba pero no quería creerlo, me estaba portando muy mal con ella y no se lo merecía, pero necesitaba ver de nuevo a mi amigo, quería ver con mis propios ojos que aun seguía a mi lado. Miriam era todo para mí, pero necesitaba los ánimos que David siempre me había dado.
Creo que eso fue lo ultimo que escuche durante ese viaje, después de saber como se sentía Miriam, me olvidé de todo lo que estaba a mi alrededor, solo podía imaginarme a Miriam tirada en la cama desconsolada.
Permanecí todo el viaje en silencio, de vez en cuando miraba a mi alrededor, pero sin prestar atención, no atendía al pobre Fran que se estaba “sacrificando”. Cuando me quise dar cuenta ya estábamos descendiendo y Fa estaba mirando por la ventana, parecía concentrado en algo miré por la ventana pero solo se veía una pequeña ciudad borrosa por la niebla, estaría mirando algo mas allá de lo que yo alcanzaba a ver. Me volvía sentar bien y cerré los ojos durante un momento, y al abrirlos Fran me miraba fijamente. Retiré la cara rápidamente, me sentía molesta al sentir su cara tan cerca.
-Lo siento-dijo apenado
Se sentó bien con rapidez, en ese preciso momento nos estaban diciendo que nos abrocháramos el cinturón. El descenso me pareció bastante rápido, no tardó mucho en poner las ruedas en el suelo.
Tardó bastante en frenar pero finalmente se paró, antes de queme quisiera dar cuenta, Fran ya estaba con el equipaje de mano en una de sus manos mientras me tendía la otra y me decía.
-Bienvenida a Londres.

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